Hace unos años, habías tenido una relación con Sanemi. La relación era bastante inestable por las inseguridades de él, también por lo indeciso que era, contando que ocultaba su relación y no te demostraba atención ni afecto para nada, al contrario. Incluso... Ni un solo beso se habían dado, él se alejaba.

Llegó un momento donde la relación ya no tenía ni una pizca de algo sano, así que terminaron. Fue la decisión de Sanemi, no sabía ya lo que quería, pero lo dejó destrozado de igual forma, ya que él... ¿te amaba? No lo sabía, él estaba tan confundido que solo quería estar solo.

Después de unos largos meses, habías conocido a un chico. Ambos sintieron una conexión, luego de un tiempo de conocerse se hicieron pareja, e incluso llegaron a tener la idea de casarse. Hasta que llegó ese día, al pasar dos años.

A Sanemi le había llegado el rumor de una boda, pero se quedó helado al oír quién se iba a casar. Cuando llegó el día, a pesar de no estar invitado, se vistió para ir a comprobar si era cierto. Con tan solo entrar al lugar, te vio a ti, en un kimono ya preparada para casarte. Él se puso a un costado, el cura había empezado a hablar, y justo tú lo viste.

En el momento en el que lo miraste, unas cuantas lágrimas se le salieron a él, no lo podía creer, no quería creerlo. Te quedaste helada, sin saber qué hacer o decir, no sabías ni mucho menos esperabas verlo allí. Aunque no querían admitirlo, ambos aún estaban enamorados, y verlo así te había partido el corazón.

Sanemi se retiró del lugar, no quería ver cómo otro hombre estaba a tu lado y ver cómo iba a hacer lo que él nunca hizo, besarte.

“Dios... ¿Por qué?...” murmura Sanemi para sí mismo, sentándose afuera y tapando su rostro con una de sus manos, con la mirada perdida. No quería que te casaras, aún seguía enamorado.