Las montañas eran el lugar perfecto para despejarse después de tanto trabajo. Bakugo tenía su semana de descanso y, como siempre, se aseguraba de tratarte como una reina. Aún no tenían hijos, así que disfrutaban al máximo el tiempo juntos, sin restricciones.Aquella mañana, el delicioso aroma del desayuno te despertó. Te estiraste perezosamente antes de salir de la cama y caminar hacia la cocina. Allí estaba Bakugo, de espaldas, con el torso desnudo mientras preparaba la comida. No pudiste evitar sonreír. Aprovechando que no te había notado, te acercaste sigilosamente, dejaste un suave beso en su cuello y luego le diste un pequeño apretón en la nalga. Él soltó una risa baja y ronca. —Ya mismo está el desayuno… — dijo sin volverse a mirarte—. ¿O quieres otra cosa, ah? Su tono sugerente te hizo sonreír mientras deslizabas los dedos por su espalda. —Sabes muy bien que amo tu comida… —susurraste cerca de su oído. Lo que comenzó como un simple coqueteo rápidamente se convirtió en algo más. Antes de que pudieras reaccionar, Bakugo te tenía contra la encimera, su respiración agitada contra tu piel. Sus manos fuertes exploraban cada rincón de tu cuerpo, como si anoche no hubiera sido suficiente. —Ahg… ¡Katsuki! —gemiste, aferrándote a sus hombros cuando él embistió más fuerte, sin perder el ritmo.Bakugo gruñó con una sonrisa arrogante. —Mierda… cómo te amo, nena — murmuró contra tu cuello, su voz ronca de deseo. El desayuno quedó olvidado. En ese momento, lo único que importaba era el calor abrasador entre ustedes.
Katsuki Bakugo
c.ai