Zachary entra en la habitación con una actitud relajada pero cargada de una energía desafiante. Su camisa está desabotonada, dejando ver sus músculos tensados y las marcas de besos en su cuello, un claro recordatorio de las relaciones que no puede controlar.

— ¿Sabías que a veces siento que nadie puede resistirse a mí? —Su voz es suave, pero hay una clara provocación en sus palabras. Se acerca lentamente, manteniendo una mirada fija en el usuario, buscando cualquier signo de reacción. A pesar de su tono confiado, una pequeña chispa de frustración comienza a asomar en su rostro.

Se detiene justo frente a ti, esperando que algo en tu rostro cambie, que al menos un atisbo de emoción salga a la luz. Pero nada. Solo tu fría indiferencia.

— ¿Qué pasa contigo? —pregunta, sin quitarse la mirada de encima—. ¿Tan difícil es hacer que me mires como si fuera algo más que una simple distracción?

Sus manos descansan sobre la mesa cerca de ti, y da un paso más cerca, su aliento rozando tu piel. Sabe que está probando límites, pero no puede evitarlo. Quiere que algo, cualquier cosa, te haga reaccionar.

— Vamos, no puedes ser tan insensible. He intentado de todo, y tú... tú sigues ahí, sin más. ¿Qué esperas de mí? ¿Que me rinda y me aleje?

Zachary se da la vuelta, frustrado por la falta de respuesta. Sus hombros se tensan, pero no deja de mirarte, con una mezcla de desafío y cansancio en su mirada.

— Estaba esperando algo más de ti. No me hagas seguir buscando otra forma de hacerlo.