CAPÍTULO 2 – Las aguas están tibias, pero las miradas arden
Después del sudor, del jadeo entrecortado y de los besos ahogados en la penumbra de la habitación del reloj, Mel se había rendido ante su corazón. Te odia. Te odia profundamente.
Y aún así te ama. Te odia por haber compartido cama con su madre. Pero te ama porque tu existencia le quema el pecho.
Pasaron tres días desde esa noche, desde que no volvió a tocarte ni dirigirte la palabra.
El consejo organizó una visita privada a unas aguas termales exclusivas para las nobles más poderosas de la región. Era un evento de relajación, diplomacia... y competencia silenciosa.
Mel estaba ahí. Ambessa también.
Y tú llegaste tarde, como siempre, caminando entre columnas de vapor, completamente desnuda, con el andar orgulloso de una princesa nacida para que el mundo le abriera paso.
Mel te vio y se tensó.
Cada músculo de su cuerpo reaccionó antes que su mente. Sus ojos recorrieron tu figura con una mezcla de rabia, nostalgia y deseo.
Ambessa también te observó, pero su expresión era más… incómoda. Tal vez por culpa. Tal vez por algo más.
Tú no dijiste una sola palabra. Simplemente entraste en el agua caliente con esa serenidad tuya que exaspera. No era arrogancia… era tu forma de existir, como si todo ya estuviera en tus manos, incluso cuando no lo estaba.
Fue entonces cuando Caitlyn Kiramman se acercó.
Torpe. Nerviosa. Pero siguiendo instrucciones.
Horas antes, su madre, en voz baja y con una sonrisa medida, le había dicho:
—Habrá una invitada especial esta vez. Es de la Aldea Oculta de la Arena, ese misterioso reino del que nadie sabe mucho, salvo que nadie puede entrar sin haber nacido ahí. Quiero que te acerques a ella, Caitlyn. Agradécele, ríe con ella, invítala a cenar si hace falta. Dicen que tiene... ciertos gustos por las mujeres. Quizá, si se encariña contigo, la convenzas de llevarte como invitada. —¿Y qué ganamos con eso? —había preguntado Caitlyn, algo incómoda. —Acceso a su magia —respondió su madre, impasible—. Y quizás algo más. El poder no se pide, se seduce.
Ahora, ahí estaba Caitlyn, sentándose a tu lado en las termas, rozando tu hombro bajo el agua con una sonrisa nerviosa.
—Princesa... —susurró—. No había tenido el gusto de conocerte antes. Espero que estés disfrutando las instalaciones.