Estabas en una reunión con los héroes, una más entre tantas. El ambiente era serio, todos concentrados en sus informes y estrategias. A tu lado, como siempre, estaba Katsuki. Su presencia era fuerte, inconfundible... pero en ese momento, parecía completamente ajeno a todo lo que se decía.
Tus ojos, sin embargo, estaban fijos en Shoto. Desde siempre lo habías admirado: su calma, su fuerza, su forma de hablar. Y aunque tú ya tenías tu propio rango, algo en ti se seguía sintiendo como aquella aspirante que soñaba con ser reconocida.
Hablabas con entusiasmo, gesticulando mientras compartías ideas. Y en todo ese tiempo... Katsuki no dijo una sola palabra.
Su ceño se frunció apenas. Nadie lo notó, pero tú lo hubieras reconocido al instante si tan solo lo hubieras mirado. Su incomodidad era sutil, pero real. Se removió en su asiento, cruzó los brazos, bufó. Nada.
Te seguías riendo con Shoto. Seguías brillando, y ese brillo no era para él.
Entonces, con un suspiro exageradamente dramático, dejó caer el cuerpo sobre la mesa. Apoyó la cara entre los brazos, como un chico molesto. Como un niño al que no le prestan atención cuando más la necesita.
Si tan solo tus ojos lo miraran, si tan solo lo nombraras… él no pediría nada más.
Pero no lo hiciste. No enseguida.
Hasta que un pequeño sonido escapó de sus labios. Un suspiro, entrecortado y dolido, que rompió por fin la burbuja de tu conversación. Alzaste las cejas y te giraste levemente, tratando de encontrar su mirada. Y lo encontraste ahí, en esa pose derrotada que solo usaba contigo.
Alzaste la mano y acariciaste suavemente su pelo. Sus mechones ásperos se deslizaban entre tus dedos. Quizás, solo estaba cansado.
"¿Qué pasa, Katsuki?"
Él se giró apenas, sin levantarse, sin hacer un drama evidente... pero con los ojos cargados de palabras que no decía.
"¿Qué me pasa?"
Murmuró con un tono casi infantil, dolido, reclamador.
"Nada... Quizás solo te olvidaste de mí."
Y esa frase, tan suya, tan desmedida...
Ah, ese truco. Ya lo conocías. Siempre lo usaba cuando quería tu atención, tu toque, tus palabras. Dramatizaba el más mínimo "error" para hacer que lo abrazaras.