Era una tarde tranquila, el cielo gris acompañaba el sonido del viento, mientras empacabas tus pertenencias en la maleta, te preparabas para lo que le habías dicho que era un viaje de trabajo. Pero en realidad, sabías que no regresarías. Koning, con su mirada calma, te observaba en silencio desde la puerta. Su presencia te incomodaba por la carga de la verdad que ambos compartían, aunque nunca se había pronunciado.
Al acercarse, su voz rompió el aire de manera inesperada: "Si hago cosas por ti, no es para que me quieras. Es para que sepas que te quiero y... te esperaré, vuelve pronto, cariño."
Había ternura en sus palabras, pero también un dolor profundo, un adiós que él conocía antes de que tú siquiera lo mencionaras. Te detuviste por un instante, sorprendida por su sinceridad y paciencia. Sabías que él siempre lo había sabido, y aun así, su amor no había cambiado.