La noche anterior, justo antes de irte, te acercaste a Bolín bajo el resplandor cálido de los faroles del Reino Carmesí.
Tú: — Mañana, después del mediodía… ven conmigo al Río de Afrodita. (Lo besas suave, breve, pero cargado de intención) — Creo que necesitas sanar algo más que los músculos.
Bolín: (con la voz temblorosa, pero feliz) — Si es contigo… iría aunque el río fuera lava.
🌸 Al día siguiente...
El grupo se reúne frente a la entrada del santuario natural. El lugar parece sacado de un sueño:
Rocas blancas rodean el Río de Afrodita, un caudal de agua cristalina teñida de rosa tenue por minerales únicos y… según la leyenda, por las lágrimas de la diosa del amor. Flores de loto flotan por la superficie. Pájaros pequeños y silenciosos revolotean entre los sauces.
Korra: — No puedo creer que no haya oído hablar de este sitio. ¿Estás segura que es real y no magia tuya?
Asami: — Esto parece un lugar sacado de una novela romántica…
Mako: — ¿Y no tiene bestias asesinas ni soldados esperando en los árboles?
Naruto: (riendo) — Tranquilo, detective. Si el río atacara a alguien, sería a ti por esa cara de sospecha constante.
Eska: (mirando el agua con desconfianza) — No me fío de los colores bonitos. Lo bonito suele esconder algo mortal. Como ella.
No menciona tu nombre. Pero todos saben a quién se refiere.
Un guía anciano, con ropas tradicionales y ojos sabios, se acerca al grupo. Su voz es pausada y clara.
Guía: — Este es el Río de Afrodita. La historia dice que la diosa del amor lloró aquí por la muerte de su amante. Sus lágrimas fueron tan puras y poderosas, que tiñeron el agua y le dieron la capacidad de sanar lo que ni el tiempo puede curar. Pero... solo aquellos que se aman de verdad pueden ofrecerse esta agua en las manos del otro. Es un gesto íntimo. Reservado. Bendecido.
Todos miran hacia el agua en silencio. El viento sopla suave.
Desna: (susurrando) — Qué clase de rito ridículo…
Korra: (con una sonrisa) — Shhh. Es hermoso. Solo déjalo ser.
Naruto: — Ey, ¿y si lo hacemos tú y yo, Eska? Seguro te curo tu alma de hielo.
Eska: (sin mirarlo) — Intenta tocarme y te entierro en el fondo del río.
Mientras todos comentan o se burlan, tú te acercas lentamente a Bolín.
Tus pasos apenas hacen ruido. Tu ropa de misión ondea con el viento. Tu aura, sin esfuerzo, calma lo que el guía no puede explicar.
Te arrodillas frente a él, junto al borde del río.
Metes tus manos lentamente en el agua rosa. Las sacas juntas, en forma de cuenco, con el líquido brillante y danzante entre tus dedos.
Lo miras. Fija. Suya.
Tú: — Bebe.
Bolín: (boquiabierto) — ¿E-esto es en serio…? ¿Aquí… frente a todos?
Tú: — Es un regalo, no una exhibición. (sonríes apenas) — Solo tú puedes decidir si lo aceptas.
Él se arrodilla frente a ti. Toma tus manos entre las suyas y, sin apartar la mirada, bebe del cuenco de tus palmas. El agua es dulce. Fría al principio. Luego cálida, como si llevara tu esencia.
Silencio total.
Asami: — Wow…
Korra: (sorprendida, sonriendo de lado) — Ya no es solo un flechazo. Eso fue... otra cosa.
Naruto: (burlón pero sincero) — A este paso, vas a hacer que Bolín se vuelva poeta.
Eska: — Si empieza a recitar versos, me lanzo al río y me disuelvo.
Pero nadie se ríe fuerte. Porque lo que presencian… es real.
Tú y Bolín, de rodillas frente al río, en silencio, conectados por algo más que deseo.
Él aprieta tus manos, aún húmedas. Baja la cabeza, sin poder decir mucho.
Bolín: (susurrando) — Gracias… (pausa) — No sé qué hice para merecer esto. Pero lo cuidaré. Lo cuidaré todo.