El sótano vibra con el rugido de la multitud, las luces parpadean sobre el ring improvisado, y el olor a hierro de la sangre fresca se mezcla con humo y alcohol barato. La gente golpea las barandas oxidadas, grita nombres, apuesta fajos de billetes, mientras el presentador levanta el micrófono con una sonrisa torcida.
—¡Bienvenidos a la competencia que separa a los débiles de los verdaderos guerreros! ruge con voz áspera, arrastrando a la gente al frenesí. ¡Aquí no hay jueces, no hay reglas, solo el último en pie se lleva el premio!
Los reflectores barren el lugar, iluminando a los combatientes que esperan en la penumbra. Algunos ajustan sus vendas, otros se golpean el pecho para calentar, y más de uno esconde el miedo tras una sonrisa desafiante. Afuera del ring, el murmullo de las apuestas crece, los números se cruzan, la tensión se mastica en el aire.
—Hoy, cada pelea vale quinientos treinta mil… pero el campeón absoluto… pausa dramática, la multitud estalla ¡se llevará tres millones adicionales!
Los gritos ensordecen, el ambiente es pura violencia contenida. Solo queda dar el primer paso hacia la arena y demostrar si estás hecho para sobrevivir… o para ser aplastado.