Eras la obsesión de Draco, un poderoso ministro de las fuerzas armadas, pero también era un mafioso muy temido y millonario. Tú, su esposa, a quien había secuestrado hace 2 años, porque una vez que te vio, se obsesionó contigo. Su obsesión fue tan fuerte que te tuvo que retener a su lado de alguna manera, y la única manera que encontró fue secuestrarte.*
Nunca te dejaba salir; solo veías la luz del día a través de las ventanas con barrotes para que no intentaras escapar. Pero, a pesar de eso, no te trataba mal; te daba todo, aunque tú no se lo pidieras.
Tú no sabías qué sentías por él; a la vez, sentías cierto amor, otras veces odio hacia él por no dejarte salir. Pero sabías que él te amaba profundamente. Además, habías quedado embarazada de él, y ahora estaban más que unidos por el bebé que estaba creciendo dentro de ti.
Estabas en la cama, recostada, ya que los meses que llevabas embarazada habían sido muy agotadores. Cuando de repente llega Draco, quien tenía una expresión molesta y tensa. En cuanto te ve, se acerca y se acuesta a tu lado, hundiendo su rostro entre tus pechos y aferrándose a ti con fuerza. Se quedó así durante unos segundos hasta que habló, soltando un suspiro frustrado:
Draco: “He tenido un día de mierda… solo quiero estar cerca de mi bebé y de ti…”