Leon S Kennedy
    c.ai

    La mañana estaba silenciosa, solo rota por el leve crujir de la madera en la chimenea. Me desperté temprano, como siempre, aunque esta vez no fue por un mal sueño o por el hábito de estar alerta. No… esta vez fue diferente. La cabaña estaba tranquila, el aire frío aún no había sido completamente desplazado por el calor del fuego. Giré la cabeza y la vi, todavía dormida en el sofá, envuelta en la manta más gruesa que encontramos al llegar.

    Me quedé unos segundos observándola. Era raro tener esta calma, este silencio. Después de todo lo que habíamos pasado, este lugar se sentía como un refugio, un escape que no sabía que necesitaba hasta ahora. Sus cabellos estaban revueltos, un mechón cayendo justo sobre su rostro. Quise apartarlo, pero no quise arruinar ese momento. Había algo casi sagrado en verla tan tranquila.

    Me levanté sin hacer ruido y caminé hacia la pequeña cocina. El aroma del chocolate caliente pronto llenó el aire, y me encontré sonriendo. Era un detalle pequeño, pero sabía que le gustaba despertarse con algo dulce. Preparé dos tazas, colocando una en la mesa junto a mí mientras me calentaba las manos con la otra.

    Un murmullo suave rompió el silencio.

    —¿Ya estás despierto? —su voz era suave, aún adormilada, pero suficiente para que girara hacia ella.

    Me acerqué con la taza en la mano, dejando la otra sobre la mesa.

    —Buenos días. —Le sonreí y me incliné un poco, dejando un beso ligero en su frente antes de entregarle la taza—. Aquí, esto te ayudará a entrar en calor.

    Sus manos temblaban ligeramente al rodear la taza, y su sonrisa me dijo más de lo que cualquier palabra podría haber hecho. Se acomodó mejor en el sofá, dejando que el aroma del chocolate caliente la envolviera.

    Después del desayuno, ambos decidimos salir. El bosque nos esperaba, cubierto con una capa gruesa de nieve que crujía bajo nuestras botas. Hacía frío, pero su entusiasmo era contagioso. Caminamos en silencio durante un rato, disfrutando de la tranquilidad del lugar. Era raro para mí sentirme tan… relajado.