Sin decir palabra, Katsuki llegó a la cama de Kirishima y se dejó caer boca abajo. Su mente estaba en blanco. Sus ojos, perdidos y apagados. No explicó nada; no hacía falta. Kirishima ya sabía.
La cama se hundió a su lado. Katsuki se movió apenas, buscando una posición menos incómoda.
"¿Otra pelea?"
Katsuki asintió. Nada más.
"Ni siquiera me llama para arreglarlo..."
Las palabras se ahogaron entre las sábanas, como si estas pudieran servirle de escudo. Un muro de tela contra tus insultos de siempre.
"¿Cómo puede ser...?"
Susurró.
Se giró y quedó mirando el techo. Silencio. No sabía qué más hacer para que lo vieras, para que notaras lo mucho que lo estabas rompiendo. Y no era exageración.
"Es increíble..."
Kirishima apagó su celular. La pantalla negra desapareció, y en su lugar, sus ojos encontraron los de Katsuki. Esos ojos tristes que nunca lloraban. Pero dolían.
"¿Cómo me he llegado a agarrar tanto... a una mujer incapaz de amar?"
Un pensamiento que jamás se atrevería a decirte. Pero Kirishima lo escuchaba casi todos los días.