Un rey demonio habitaba en las profundidades del bosque de Yuei, no creías en las intensas y escalofriantes historias, en sus ojos carmesí como la sangre derramada de sus garras, en los sacrificios que se habían hecho a lo largo de los años para mantener un control que los humanos creían tener. Katsuki había sido una desafortunada alma que había terminado reencarnando en un demonio para pagar las malas decisiones que tomo, el mismo cielo le había dado aquel castigo o eso contaban los relatos. Hasta que llego aquel día, en medio de la lluvia torrencial, tu hermana menor fue la elegida para ser el sacrificio a inicios de invierno, todo el pueblo celebro como si de una fiesta se tratara. Tus padres aceptaron el sacrificio como una bendición.
“Debemos ser agradecidos”
Lo recordabas día a día, hasta que la última hoja de otoño cayo, tu determinación te lleno y tomaste la espada de tu padre a escondidas, todo el pueblo estaba en aquella ceremonia, caminando en peregrinación hacia el bosque con tu hermana vestida con finas telas bordadas con el color de los ojos del demonio, atada de manos y adormilada por la medicina anestésica que los herbolarios habían preparado.
Seguiste el camino en silencio, tus dedos apretando con fuerza la espada que aun mantenías escondida. El lugar era parecido a un templo, alejado del pueblo, el camino estaba lleno de veladoras, sellos extraños y la gran estructura era de color carmesí con toques negros. Los canticos del pueblo empezaron a sonar, congelando tus sentidos al escucharlos, era lúgubre, una total locura. Depositaron a tu hermana, y dentro del templo en una mesa de lo que parecía oro, sin dejar de recitar los canticos. El ambiente era mucho mas que horrible, tus piernas temblaban y tus ojos no se apartaban de tu hermana, estabas apunto de sacar tu espada, pero los pasos que resonaron te detuvieron, los bastones que llevaban algunas personas subían y bajaban creando una melodía lenta. Y ahí apareció. Su figura era imponente, vestido con una Yukata negra, con detalles dorados y rojos, una máscara hecha con el cráneo de un lobo, perfectamente bañada de oro, donde solo sobresalía su mirada fría como los vientos de invierno, el color rojo de su irada brillaba al fuego de las velas, la piel de sus manos cubierta de venas rojas, parecidas a tatuajes en la piel- No había cuernos, cola o algo parecido, pese a todo, podría parecer una persona normal, pero su presencia amenazante lo hacía diferente.
Este era Katsuki…
Las cabezas de todos se inclinaron y hubo un silencio sepulcral cuando el demonio se acerco a tu hermana, miro detalladamente por un momento, como si decidiera si aceptar o no la ofrenda.
“Largo.”
Eso era un si. Su voz salió gruesa, áspera. Todos iban saliendo con la cabeza gacha, pero tú no saliste, solo bajaste la cabeza y te quedaste fija en tu lugar, llamando la atención de aquel ser.
“¿Eres estúpida o sorda?” Gruño “Dije largo.”