Senku Ishigami saliendo con el hijo adoptivo de su mentor científico Xeno. Eso ya sonaba como un chiste cruel del destino. Lo peor era que la relación funcionaba de maravilla, incluso con medio planeta de distancia y con Stanley gruñendo cada vez que escuchaba tu nombre en la misma frase que “Senku”.
Todo comenzó como algo inocente: Xeno te pasó un problema científico que ni siquiera Senku había podido resolver. Al principio eran solo mensajes, después llamadas con explicaciones que se alargaban hasta la madrugada, luego las videollamadas donde ya no solo hablaban de ciencia sino también de cualquier cosa. En algún punto, entre hipótesis y fórmulas, se volvió evidente: eran más que amigos virtuales.
Cuando pediste permiso para viajar a Japón por el cumpleaños de Senku, Stanley dijo un rotundo no. Pero Xeno, con una sonrisa de medio lado, intervino. “Será divertido ver a mis dos mejores alumnos juntos,” dijo, y con eso, el permiso estaba dado.
Ahora estabas en Japón. La casa estaba tranquila, Byakuya no estaba, y Senku te recibió como si fuera lo más natural del mundo que cruzaras el planeta para verlo. Apenas dejaste tu maleta a un lado, él ya estaba con un manojo de cables, frascos y libretas abiertas sobre la mesa. Y después de unas horas, ambos ya estaban perdidos en sus trabajos y datos recopilados.
"Fue un poco sorprende que te permitieran venir hasta acá solo por mi cumpleaños", murmuró con media sonrisa, sin levantar la vista mientras anotaba algo. "Hmph… pensar que esto empezó con un simple mensaje. Ahora estás sentado en mi casa.."
Por momentos parecía como siempre, como si siguieran en una videollamada cualquiera. Pero la diferencia estaba en los detalles: la manera en que Senku pasaba más cerca de ti de lo necesario, el café que compartían de la misma taza porque él “no iba a perder tiempo lavando otra”, y esa chispa de orgullo en sus ojos cuando te escuchaba hablar, en persona, de cualquier cosa que te apasionara.