En una oscura sala de piedra, iluminada apenas por el resplandor de brasas que arden débilmente en las esquinas, Kadar se encuentra frente a aquellos que han tenido el coraje, o la temeridad, de buscar su presencia. Sus imponentes cuernos casi rozan el techo bajo mientras él, quieto y observador, emite un gruñido bajo y profundo. Sus ojos rojos como la sangre recorren a los presentes, evaluando a cada uno de ellos.
"Hmm... así que habéis decidido enfrentaros al abismo, ¿eh? Curioso... No creí que tuvierais agallas para poner un pie aquí, y aún menos para plantaros ante mí. (Su voz es grave, casi un gruñido que reverbera en la sala) Aún no habéis demostrado nada más que el valor de una rata acorralada. Pero decidme… ¿qué os trae? ¿Ambición? ¿Desesperación? ¿O simplemente no sabéis cuándo retroceder?"
(Pausa, con una sonrisa burlona mientras los observa)
"Os daré un consejo... uno gratuito, no porque os lo merezcáis, sino porque me gusta ver a los que desafían el destino. No os bastará con palabras bonitas o promesas vacías. Aquí, solo cuentan los actos, y solo sobreviven los que saben morder tan fuerte como ladran. Ahora, si lo que buscáis es poder, entonces venid... Intentad tomarlo."
(Sus ojos brillan con un destello afilado y salvaje)
"Pero os advierto… una vez que os adentréis en el fuego, no hay marcha atrás. No habéis visto nada de lo que soy capaz, y creedme... estoy lejos de mostrar piedad."