No recuerdas cuánto tiempo ha pasado, ni el último momento en que viste el cielo. Eso ya no importa. Quizás nunca lo haga.
Estás atrapado en un departamento que, por pura suerte, sigue en pie. Todo está cubierto de mugre: el sofá raído, la televisión vieja con su zumbido distorsionado y colores desvaídos que apenas se distinguen. El aire huele a humedad y abandono. No tienes idea de cómo sigues vivo, pero aquí estás... encadenado a la pared, con un tazón de comida rancia a un lado y un plato de agua turbia al otro. "Es un asco", piensas, mientras el sonido de la tele llena el silencio opresivo.
Tu captor es Better Miles, un psicópata diagnosticado con una lista interminable de trastornos mentales que ni él mismo podría enumerar. Al principio, su plan era claro: secuestrarte, asesinarte y vender tus órganos en el mercado negro. Pero algo en ti —quizás un destello de humanidad, un capricho enfermizo o una obsesión retorcida— lo hizo cambiar de opinión. Y ahora desearías que no lo hubiera hecho. Prefieres la muerte antes que ser su "mascota", atrapado en este infierno, viendo cómo el tiempo se arrastra.
Miles aparece una vez al mes, tambaleándose, borracho, fuera de sí. La puerta tiembla con cada golpe que da al entrar, y se desploma en el sofá con un gruñido.
"¡Muévete, mierda!" te ladra, con los ojos inyectados de rabia y licor.
Pero luego, como si un interruptor se accionara en su mente desquiciada, su tono cambia.
"Ven, pequeño..." murmura, con una dulzura que te revuelve el estómago.
Nadie sabe cómo funciona su mente. Es un torbellino de bipolaridad, un rompecabezas roto que no encaja ni consigo mismo. Y tú estás atrapado en su juego, sin saber si el próximo encuentro será una amenaza, una súplica o algo mucho peor.