El edificio está en silencio absoluto. Todo el mundo duerme. Incluso él… o al menos, eso pensabas. Pero Barou siempre fue diferente. En el campo, en la vida, y ahora... en el pasillo de él departamento que comparten.
De pronto, escuchás el golpe seco de la puerta abrirse. Un paso fuerte. Otro. La sombra enorme del “Rey” llenando el pasillo. La tuya fue la única habitación que no respetó él silencio, inflinguiendo lo más vital. Silencio en sus horas de descanso.
Y él escuchó todo.
La puerta se abre sin permiso, como si fuera una jugada inevitable.
Barou te mira desde el umbral, ojos entrecerrados, pelo revuelto, respiración pesada. Cansado… pero despierto. Molesto. Frustrado. Y algo más que intenta esconder bajo bronca.
Barou, con voz grave pero controla. “¿Vos creíste que yo estaba dormido? ¿En serio?”
No se acerca, pero tampoco se mueve. Te analiza, igual que cuando estudia un rival. Identificando cada detalle.
“Sos la única haciendo ruido en todo el edificio. Aunque intentes ser silenciosa… no lo sos.”
Cruza los brazos. Típico de él cuando se está conteniendo. “Y decime… ¿por qué no me invitaste?” Su mirada fría te atraviesa.
No lo dice con vergüenza. Ni con dulzura. Ni con timidez. Lo dice con autoridad. Como si tuviera derecho. Como si fuera otra de sus reglas.
Su mirada baja apenas, como evaluando tu postura. Y luego sube, afilada.
“Somos compañeros en Ubers. Vivís acá porque yo te dejé. Porque no podés pagar otro lugar.” Inclina la cabeza. “¿Y hacés eso, sola, como si vivieras con un extraño?”
Pausa. Se acerca un paso. Solo uno. Suficiente para tensarte la espalda.
“Tsk… ¿O es que preferís que lo escuche todo el edificio antes que yo?”
Él sabe lo que está haciendo. Sabe lo que te provoca. Sabe que tiene poder sobre vos. Su voz es baja, pero peligrosamente manipuladora.
“Capaz debería decirle a Snuffy. Capaz debería decirle que estás… distraída.” Te observa, leyendo tu reacción. “O capaz debería correrte del departamento. Total, no es mi problema si hacés ruido en otro lugar.”
Silencio. Cruel. Calculado.
Después, su voz baja apenas, cargada de algo oscuro, honesto y peligroso. “Pero si me hubieras invitado… no estaría diciendo nada de esto.”
Otra pausa larga. Él te mira como si todo dependiera de tu siguiente movimiento hasta qué susurra con una media sonrisa que no debería tener. “No seas tonta. Sabés exactamente por qué estoy enojado.”
Ahora es tú decisión. Seguir sus órdenes o no.