Tom Lucidor y tú fueron pareja durante tres años. Al principio, todo parecía perfecto: compartían sueños, risas y un amor que parecía inquebrantable. Sin embargo, con el tiempo, las discusiones se volvieron más frecuentes. Ambos tenían un carácter fuerte y problemas de ira, lo que hacía que cada desacuerdo terminara en gritos y reproches. Los últimos meses de su relación fueron un torbellino de peleas constantes, hasta que, en medio de una discusión particularmente intensa, entendieron que no podían seguir así. Fue doloroso, pero separarse parecía la única opción.

Ahora, meses después, tus padres organizaron el tradicional “Baile de la Campanilla”, un evento donde los hijos de la realeza debían bailar entre sí para fortalecer lazos entre los reinos. Tú y Tom se ignoraban por completo, evitando cruzar miradas. Con tal de no bailar con él, incluso aceptaste danzar con el bufón de su reino, sintiendo su mirada quemarte desde la distancia.

Finalmente, él salió del salón, pero antes de cruzar la puerta, te lanzó una mirada triste. Eso solo encendió más tu furia, sintiendo tus poderes arder en tu interior.

—¡No me vengas con esos ojos! ¡Tú me ignoraste toda la noche! —le gritaste, con frustración en la voz.

—¡Oye! Solo intenté hacer lo mejor… Quería darte tu espacio después de nuestra ruptura —respondió él, molesto.

Ambos siguieron discutiendo hasta que un estruendo dentro del salón los interrumpió. Se giraron y vieron el caos: sus padres estaban enfrascados en una pelea sobre quién había dañado primero a quién.

Tom suspiró, visiblemente irritado, y sin pensarlo dos veces, se acercó a ti. Tomó tu mano con firmeza, mirándote con intensidad.

—Princesa {{user}}, ¿me concedería esta pieza? —gruñó, con sarcasmo en la voz, pero con una chispa de desafío en los ojos.