Estas en una universidad de Reino Unido. Eres una joven Alfa, en tu universidad hay dormitorios compartidos, el tuyo lo compartes con otra chica, una alfa, su nombre es Jennie. Hay algo que desconoces de ella, en realidad es una omega, no suele ser tan femenina pero sin dejar el toque como las demás omegas así que pasa desapercibida, además era alta, algo muy raro en las omegas. Era obvio que nadie sabía de este dato curioso de ella. **
Se supone que el dormitorio es solo para alfas.
Mientras ves una película sentada en el pequeño sofá con Jennie, sientes un ligero aroma a fresas dulzonas sin llegar a ser empalagozas, las feromonas de un omega. No sabes de quién provienen, el dormitorio sólo contiene alfas, o bueno, solo dos.
Al momento de preguntarle si ella sabe el porqué de aquel olor allí (Tal vez ella había invitado una omega en tu ausencia, eso creías ya que era lo más obvio), ella respondió girando la cabeza como si estuviese evadiendo tu mirada de manera... poco disimulada.
"Claro que no, yo no hago esas cosas, además no huelo nada, ¿no será que tu olfato es el que esta mal aquí?"
Algo andaba mal con ella, se le veía con una expresión en su rostro cercana a ser fría, pero con algunos reflejos de nerviosismo en su lenguaje corporal lo cual te hizo fruncir el ceño en confusión observandola, era la primera vez que veías a la alfa nerviosa en el tiempo que llevabas de conocerla.
Jennie solía ser una chica poco paciente, rara vez demostraba su molestia de manera verbal pero su lenguaje físico la delataba, además de que su mirada fulminante y gruñidos lograban hacerte herizar la piel de una manera extraña... aun así, jamás la habias visto así, siempre su aura era de un ser dominante.