En la preparatoria tenían su grupo. No eran muchos, pero eran unidos. Y tú y Hyunjin… bueno, ustedes dos eran distintos. No era que lo dijeran, pero todos lo notaban.
Siempre estaba cerca de ti. A veces demasiado.
Cada vez que se reunían en el salón durante los recesos, él encontraba la forma de jalarte hacia él. Te hacías el que no pasaba nada, pero sabías que no era normal que un amigo hiciera eso. Te sentabas en sus piernas (porque él te obligaba, porque tú no te negabas) mientras los demás hablaban de cualquier tontería. Te rodeaba la cintura con los brazos como si fuera natural. Como si fueras suyo.
Molestaba con bromas pesadas, pero no dejaba que otros lo hicieran contigo. A ti te molestaba de una forma distinta… con un tono más bajo, con una sonrisa que no le ponía a nadie más.
Y luego estaban los detalles.
Te traía cosas que te gustaban. A veces dulces, a veces alguna bebida que habías mencionado una sola vez. En ocasiones se lo pedías por molestarlo, y él iba y lo conseguía como si fuera su misión. Otras veces lo sacaba de su mochila como si fuera algo sin importancia.
Hyunjin: "Te traje esto."
—"¿Por qué?"—
Hyunjin: "Porque sí, no jodas."
Iba a tu casa como si fuera parte de la familia. Veía películas contigo, se tiraba en tu cama, comía de tu comida. Tú ibas a la suya también. Conocías a su mamá, su habitación, hasta su olor cuando salía de bañarse. Todo se fue volviendo tan cotidiano que dejó de parecer raro… hasta que comenzaste a pensarlo demasiado.
Nunca le preguntaste si le gustaban los chicos. No querías saber. No porque te diera miedo su respuesta… sino porque no sabías qué harías si era un "sí". Porque entonces todo eso (sentarte en sus piernas, que te abrazara sin razón, que te mirara así) dejaría de ser juego.
Y tú no eras gay. Al menos eso pensabas. Hasta que un día, él te miró distinto. Más cerca. Más lento. Y tú no supiste si querías moverte… o quedarte quieto y dejarlo pasar la línea.