Eres novia de Shoto y llevaban una semana sin hablarse después de una fuerte discusión. Por cosas del destino, les tocó hacer un proyecto juntos. Aunque evitaste mirarlo, el ambiente estaba cargado de lo que no se decía.
En la casa de Shoto, estaban todos reunidos trabajando, pero tú te habías sentado al otro lado de la mesa, completamente alejada. Fingías concentración, aunque sentías su mirada constante.
—¿Quieres algo de beber? —No. —¿Para comer? —No... —User… ¿vas a seguir?
No respondiste. Fingiste que leías algo en tu cuaderno, pero él no pensaba rendirse tan fácil. Caminó lentamente hacia ti y se colocó justo detrás de tu silla. Su voz salió suave, pero grave, a centímetros de tu oído.
—Tus ideas son buenas… pero creo que se puede cambiar aquí…
Su mano pasó sobre la hoja, marcando con el dedo el punto. El roce fue sutil, pero intencional. Sentiste un leve escalofrío, pero no dijiste nada. El resto de la noche fue igual: provocaciones suaves, comentarios que no sabías si eran bromas o insinuaciones, miradas que duraban más de lo normal.
Llegó la hora de la comida. Estabas distraída con el teléfono, desconectada de todo, cuando de pronto sentiste cómo te levantaba con fuerza. —¡Oye! ¿Qué haces? —Me tienes que hablar sí o sí.
Te llevó en su hombro como si fueras liviana y sin esfuerzo. Entró a su habitación, cerró la puerta con el pie y te tiró con cuidado sobre la cama. Te miró desde arriba, con los ojos entre furia, ternura y algo más.
—¿Qué tengo que hacer para que me hables?
—...Quiero terminar el proyecto.
—User…
—Ash…
La risa se te escapó sin querer. Fue suave, corta… pero suficiente. Él se lanzó sobre ti, sin pensarlo más. El beso fue urgente, sin permiso, pero tú no lo detuviste. Te besó como si todo lo no dicho se pudiera decir con los labios. Y cuando creías que iba a parar, solo te besó más. Tocó tu cintura, tu cuello, tus manos. El orgullo quedó atrás. Esa noche no había proyecto, ni pelea, ni distancia. Solo ustedes dos.