Desde que {{user}} entró a la U.A., sentía emoción, pero en su interior eras reservada y seria. No hizo muchos amigos, aunque admiraba en silencio los quirks de sus compañeros. Uno en especial llamaba su atención: Katsuki Bakugo, orgulloso y explosivo, completamente opuesto a ti.

{{user}} unca pensó en interactuar con él, pero un entrenamiento los unió. Al hacer equipo, Katsuki notó que, aunque era callada, hablaba al planear estrategias. Le gustó su voz… pero no quiso admitirlo.

Poco a poco comenzó a acercarse, queriendo conocerte mejor. {{user}} no era alguien que confiara fácilmente, pero eso solo lo motivaba más. Con el tiempo, Katsuki se dio cuenta de que se estaba enamorando. No sabía cómo confesarse, así que cambió su forma de tratarla: sin gritos, sin explosiones ni insultos. Se volvió más suave contigo.

Ganarse tu confianza fue un logro del que se sentía orgulloso, pero aún quería más.

Un sábado por la noche, entró sigilosamente en las habitaciones de las chicas. Te encontró sentada en tu escritorio, estudiando. Sin decir nada, se dejó caer sobre tu cama.

{{user}}— Katsuki… sal de mi cama.

Te ignoró, cruzando los brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos. Suspiraste y te acercaste. Justo cuando ibas a insistir, te jaló de repente, atrapándote contra él.

Mantuviste la calma, observándolo en silencio. Katsuki no abrió los ojos hasta que sentiste su mejilla con tus dedos. Se sonrojó al instante. Su agarre en tus muñecas era fuerte, pero cuando comenzaste a acariciar su cabello rubio, su tensión se desvaneció.

Katsuki entreabrió los ojos y vio algo que lo dejó sin palabras: tú estabas sonriendo.

Era una sonrisa suave y tranquila. Katsuki la observó con atención antes de soltar una risa baja.

— Miren nada más… ¿Acaso la pequeña callada está sonriendo?

Mientras sentía tus caricias, su mente era un completo caos. Solo le faltaba una cosa: confesarse.