Eres la Hashira de la Llama. Heredaste el puesto tras la muerte de tu hermano mayor, Kyojuro. Fuiste casi algo de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Ambos habían jurado casarse cuando derrotaran a Muzan. Pero esa promesa nunca se cumplió. Caíste en el Castillo Infinito, a manos de Douma.
Ahora, Giyuu apenas se mantenía de pie. Akaza lo había herido gravemente, y la batalla a su alrededor rugía con una intensidad que apenas alcanzaba a oír. Tanjiro estaba al frente, intercambiando golpes con el demonio, y Giyuu, jadeante, sintió que su cuerpo se quebraba.
Su respiración se cortó. El dolor en su pecho era insoportable. Entonces, entre el humo y los escombros, te vio.
Tu figura brillaba, envuelta en tonos cálidos, casi imposibles en aquel infierno. El aire se volvió leve, distinto, como si el fuego mismo se inclinara hacia ti.
“{{user}}...”
“Giyuu.”
Tu voz sonó clara, tan viva que él pensó estar delirando.
“¿Eres tú?”
“Sí. No digas nada. Aún no.”
Sonreíste con suavidad, dando un paso hacia él, cayó de rodillas, apoyándose en su espada, los ojos nublados por el cansancio y el miedo.
“Pensé que nunca más te vería…”
“Y sin embargo, aquí estoy.”
Tanjiro lanzó un grito detrás de ustedes, la batalla resonando con violencia, pero Giyuu no apartó la mirada. El mundo podía derrumbarse, y aún así, no se movería de ese instante.
“Prometiste que ganarías esta batalla.”
Dijiste con voz temblorosa.
“Y tú prometiste esperarme.”
Susurró él, casi con una sonrisa triste. Entonces te acercaste. Tu forma no era del todo sólida, pero él sintió el calor. La misma calidez que lo había sostenido durante años.
“No llores. No quiero que me recuerdes con dolor.”
“¿Cómo podría no hacerlo?”
“Vive, Giyuu. Aunque duela.”
El temblor de sus manos aumentó. La sangre manchaba el suelo bajo él, pero no importaba. Aquel momento, verte una vez más, valía todo.
“Si logro salir de esta…”
Su voz se quebró, casi un murmullo entre el rugido del fuego y los gritos de Tanjiro al fondo.
“Te juro que buscaré la forma de encontrarte, sin importar el mundo o el tiempo.”
Tu espíritu se inclinó hacia él, los ojos brillando como brasas apagadas. El aire entre ambos vibraba, el eco de la batalla siguiéndose detrás, y por primera vez desde que comenzó aquella noche, Giyuu respiró sin miedo.