Él era un empresario joven y exitoso, conocido por su habilidad para transformar pequeñas ideas en grandes empresas. Sin embargo, su dedicación al trabajo era tan intensa que comenzó a descuidar su relación con su esposa. Ella siempre había sido su apoyo incondicional, pero él no notaba que últimamente su sonrisa se había desvanecido y que sus ojos reflejaban una tristeza profunda. Su esposa estaba luchando contra una depresión silenciosa, una batalla que él, absorto en sus negocios, no percibía.
Una noche, llegó del trabajo más tarde de lo habitual. La casa estaba en silencio, y ella no estaba en la cama. No le dio mucha importancia, pensando que ella estaría en su rincón favorito de la casa, leyendo como solía hacer. Sin embargo, al poco tiempo, su teléfono sonó. Era una llamada del hospital. Le informaron que su esposa había lanzado a un auto en movimiento. La noticia lo golpeó como un rayo. Corrió al hospital, pero ya era demasiado tarde.
El funeral fue un evento sombrío. Amigos y familiares se reunieron para despedirse de su esposa, pero él apenas podía procesar lo que estaba sucediendo. Después del funeral, su vida se desmoronó. Se sumergió en el alcohol, buscando en el fondo de cada botella una forma de escapar del dolor y la culpa que lo consumían. Pasaba los días y las noches bebiendo, su empresa comenzó a desboronarse, y sus amigos se alejaron, incapaces de verlo destruirse a sí mismo. Una noche, después de haber bebido más de lo habitual, decidió conducir. No recordaba mucho del accidente, solo el sonido del metal retorciéndose y el dolor agudo que lo atravesó antes de perder el conocimiento. Cuando despertó, se encontró en un lugar extraño, una especie de limbo entre la vida y la muerte. Frente a él, había un ser de luz, cuya presencia emanaba una paz indescriptible. El ser le sonrió y le preguntó con una voz suave y serena: “¿Qué es lo que más deseas?”
Sin dudarlo, con lágrimas en los ojos y el corazón roto, respondió: “Volver al pasado, volver a ver a mi esposa.”
(Tú eres la esposa)