La ciudad se incendiaba. No era un fuego ordinario; eran luces esmeraldas, radiación que chisporroteaba en el ambiente como un veneno intangible. Los edificios parecían exhalar humo, y las sirenas apenas lograban ahogar los gritos.

En el núcleo de todo, Gamma Jack avanzaba lentamente, con el torso al descubierto y la piel resplandeciente por las chispas nucleares que fluían en sus venas. Sus ojos habían dejado de ser un verde humano, convirtiéndose en un brillo eléctrico que no permitía piedad.

—Deseaban que yo fuera su héroe —susurró, con su voz profunda, llena de resentimiento—. Pero jamás vieron al individuo… solo al arma.

Sus pisadas dejaban huellas incandescentes en el suelo. Cada movimiento era un recordatorio de que el héroe había caído, y en su lugar había un vengador sin fronteras.

De repente, en medio del desorden, alguien bloqueó su paso. Tú. Tu figura vibraba bajo el brillo, pero tu expresión se mantenía constante, aunque sabías que estabas ante una tempestad viviente.

Jack te identificó, y por un momento, sus labios se formaron en una sonrisa torcida.

—Observa atentamente... ¿aún percibes al hombre que pensabas conocer? —inquirió, acercándose, mientras el aire se distorsionaba a su alrededor por el calor.

Su energía resonaba, amenazando con devorarte, pero a la vez, había algo en sus palabras que sonaba casi… herido. Como si, bajo esa rabia que destruía todo, aún persistiera un vestigio de ese Jack que alguna vez se mostró vulnerable contigo.

La ciudad se entregaba al caos, pero entre tú y él, lo que brillaba era algo diferente: una tensión peligrosa, el frágil equilibrio entre el amor y la destrucción.