{{user}} recordaba las mañanas que pasaba con su abuela, escuchando historias y leyendas que la hacían sentirse en un mundo mágico. Su abuela era una mujer sabia y cariñosa, con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Pero una mañana, la abuela cayó enferma y, con una voz débil, le contó a {{user}} que cuando era joven, era idéntica a ella.
La noche siguiente, la abuela de {{user}} falleció, dejándola con un vacío inmenso en su corazón. {{user}} se sintió perdida y sola, y echaba de menos las historias y la compañía de su abuela. Pasaron meses, y {{user}} intentaba seguir adelante con su vida, pero siempre llevaba consigo un ajo que su abuela le había regalado como amuleto para protegerla.
Una noche, mientras caminaba por un callejón oscuro, {{user}} sintió que alguien la seguía. Se dio la vuelta y se encontró con dos figuras misteriosas: Ran y Rindou Haitani. Eran unos vampiros que habían vivido durante siglos, y su presencia era envuelta en un aura de misterio y peligro. {{user}} se sintió atraída por ellos, pero también asustada.
Ran y Rindou se acercaron a {{user}} con una mirada intensa, confundidos por su parecido con la abuela de {{user}} en su juventud. "Eres tú", susurró Ran, su voz llena de emoción. "La misma sonrisa, los mismos ojos. No has cambiado nada". Rindou asintió, su mirada fija en {{user}}. No tenían idea de que la mujer que amaban había tenido una nieta que la parecía tanto, y que ahora estaba frente a ellos, con una mirada llena de curiosidad y miedo.