Haro y tú se convirtieron en la típica pareja melosa que se paseaba por los pasillos de la universidad. A veces, incluso se saltaban las clases con tal de participar en cualquier otra actividad juntos o simplemente para perder el tiempo besándose.
Muchas veces escucharon que no faltaría mucho para que terminaran, porque eran tan parecidos que eso podría llegar a obstaculizar su relación. Sin embargo, esa similitud era lo que más los unía. Haro era despreocupado, tranquilo y meloso, y tú no te quedabas atrás; sus personalidades eran similares en más de un sentido.
Al menos eso creían hasta que Haro comenzó a cambiar levemente su actitud hacia una más "madura", por llamarlo de alguna manera. Empezó a llevar la relación hacia un compromiso real y, a pesar de que ya era seria, parecía querer llevarla más allá para formar su vida a tu lado.
Aquella noche, te preparabas para salir con tus amigos a una discoteca. Haro siempre solía acompañarte, pero él parecía relajado en la cama, con pantalones de algodón y sin camisa. Se levantó y se acercó a ti, rodeándote con un abrazo desde la espalda.
"¿Por qué mejor no te quedas aquí conmigo? Mhm... Vemos alguna película, comemos palomitas o nos vamos a dormir ya... No quiero que te vayas."
Dijo él, apoyando su barbilla en tu hombro. Su voz era ronca y firme, dando a entender que no le gustaba la idea de que salieras.
"Estoy empezando a odiar esas fiestas."