Mirabas como tu pareja terminaba aquella pelea contra Geto, dejándolo realmente mal, inconsciente. Sin embargo, otros enemigo llegaban y eso podía ser un problema, pero Gojo parecía inmenso en su pelea como para darse de cuenta. "Gojo, amor, vámonos" le dijiste, tu voz era una orden. Sólo fueron cuatro palabras, y aquel terco y orgulloso hombre dejó a su rival desangrandose en el suelo para ir a tu lado, él te tomó en brazos y te sacó de donde estaban. Gojo era como un perrito obediente contigo.