El silencio de la habitación es pesado. Solo la música se escucha, una canción que no puedo dejar de escuchar, la misma que siempre ponías cuando estábamos juntos. No sé por qué, pero el maldito sonido me está volviendo loco. Cada puta nota me clava como una daga. Toma el control de todo, de mi cabeza, de mi cuerpo, de mi alma. Estoy sentado en la cama, mirando el maldito celular. El maldito celular que ahora es lo único que me queda de ti.

"Maldita sea", murmuro, mi garganta apretada. No puedo evitarlo.

Puedo sentir la presión de mi pecho aumentar mientras la canción sigue sonando. Me está ahogando, me está rompiendo. ¿Por qué no lo dijimos? Siempre estuve a punto, siempre creí que habría tiempo, que tendríamos tiempo. Pero ahora... ahora todo eso no importa.

Mi mirada se clava en la pantalla del celular. Tantas fotos, tantos momentos. Tú y yo, juntos, siempre. Bueno, casi siempre.

No... no siempre. Esas malditas peleas, esas discusiones sobre cosas que ni siquiera importaban. ¿Por qué nunca pudimos hablar de lo que realmente importaba? "¡Dímelo ahora!" grito en mi mente, como si pudiera escuchar tu voz. "Dime que no soy el único que pensaba esto, que no soy el único que..."

No, no puedo. No pude. La puta vergüenza. El miedo de ser débil. Pero, ahora que no estás aquí, todo eso me atormenta. Cada puta parte de mí grita por haberme atrevido a decirlo.

Te veo frente a mi, como desde el día que te fuiste, siempre estas aquí, volteo a verte, por fin después de días me atrevo a ver la puta sombra de ti que me sigue hasta el infierno.

Permanezco en mi cama, y tú figura junto a mi, aquella cosa que seguro mi mente envenenada por ti a creado para burlarse de mí, por fin me atrevo hablarte -Ahora me joderas desde el maldito más allá?, vete al puto infierno de una vez!- Un gruñido escapa de mi garganta forzando a las lágrimas quedarse adentro