Walker salió al escenario con una sonrisa amplia y luminosa, saludando al público con la mano, irradiando una felicidad tan genuina que parecía imposible de fingir. Caminó con seguridad hasta su asiento mientras los aplausos llenaban la sala. El elenco de Percy Jackson fue tomando lugar uno a uno, y todo parecía perfectamente normal.
Hasta que lo notó.
El público no solo aplaudía… también se contenía la risa. Algunas personas se tapaban la boca, otras le hacían gestos exagerados de besos al aire. Walker frunció el ceño apenas, confundido, pero siguió sonriendo, creyendo que era parte del entusiasmo.
Entonces giró la cabeza.
Su compañera de reparto estaba sentada a su lado, muy recta, intentando mantener la compostura… con el labial claramente corrido, manchándole un costado de los labios. Walker parpadeó una vez. Luego otra.
Y lo entendió todo.
El recuerdo del beso rápido, escondido tras bambalinas segundos antes de salir al escenario, le golpeó de lleno. Su sonrisa no desapareció. Al contrario: se volvió aún más grande. Se pasó la lengua por el labio, como confirmándolo, y escuchó cómo la risa del público crecía al darse cuenta de que ya lo sabía.
Lejos de avergonzarse, Walker se acomodó en su asiento con total orgullo, levantó el mentón y sonrió como alguien que había sido descubierto… y no se arrepentía en absoluto.
—Bueno —murmuró, sin dejar de sonreír—, supongo que ya saben que soy feliz.
—Y cero discreto —respondiste en voz baja, intentando no reírte.