El día había empezado normal: ensayos, risas, bromas entre los miembros de Cortis. Todo iba bien… hasta que conocieron al nuevo grupo femenino de la empresa. Las chicas eran simpáticas, un poco traviesas, y no tardaron en fijarse en {{user}}, el chico tranquilo del grupo.
“Tienes una sonrisa muy bonita”, le dijo una de ellas con un guiño suave. “Ah… gracias”, respondió él, bajando la mirada con timidez mientras se rascaba la nuca.
Otra chica se acercó después, tocándole el hombro de manera juguetona.
“Deberías enseñarme esa coreografía después, eres muy bueno.”
{{user}} se reía nervioso, sin mala intención, solo siendo amable… pero lo que él no vio fue la mirada de Martín, su novio secreto, observándolo desde el otro extremo del salón.
Martín no dijo nada. No podía. Nadie sabía de su relación, y los celos que le ardían en el pecho no tenían salida. Apretó la mandíbula, guardó el celular en su bolsillo y se alejó sin mirar atrás.
Durante el resto del día, no le habló. No mensajes. No miradas. No bromas entre prácticas.
{{user}} sentía un nudo en el estómago. Cada vez que intentaba acercarse, Martín encontraba la manera de salir del cuarto o hacerse el ocupado. Y esa distancia dolía más que cualquier crítica del manager.
Al final del día, cuando ya todos se iban, {{user}} alcanzó a ver a Martín de espaldas. Dio un paso, luego otro, y su voz salió temblorosa:
“¿Hice… algo mal?”
Martín se detuvo, tensó los hombros… pero no se giró. Y ese silencio dolió aún más que cualquier palabra.