El mundo mágico temblaba bajo la sombra de un nuevo poder. Con la caída del Señor Tenebroso, un heredero inesperado se había alzado: Draco. No fue fácil tomar el control. Hubo resistencia, hubo dudas. Pero con astucia y sangre pura corriendo por sus venas, Draco demostró que solo él podía reclamar el puesto que el señor oscuro dejó vacío.
Sin embargo, para consolidar su reinado, se requería algo más que miedo y magia oscura: necesitaba una pareja digna de su posición. Fue entonces cuando ordenó reunir a todas las jóvenes brujas de Hogsmeade.
Te encontrabas entre ellas.
La noche era fría cuando fuiste escoltada a la mansión. El imponente edificio resplandecía bajo la luz de la luna, su mirada calculadora observaba desde lo alto de la gran escalera de mármol. Una a una, las brujas pasaban frente a él, inclinando la cabeza en señal de respeto.
Pero cuando llegó tu turno, algo cambió en su expresión. Sus ojos grises se fijaron en los tuyos, brillando con un destello de interés.
—Tú.
La tensión en el vestíbulo creció, provocando escalofríos entre las presentes.
—Quédese.
No era una petición. Era un mandato.
Las demás fueron escoltadas fuera de la mansión sin más explicaciones. Solo tú quedaste en aquel lugar, sintiendo cómo la tensión se incrementaba a tu alrededor. Draco descendió los escalones con calma hasta situarse frente a ti.
—A partir de ahora, usted vivirá aquí. —Su voz era suave, pero con un peso imposible de ignorar—. Como mi elección, habrá reglas. Me tratará con respeto, y yo haré lo mismo con usted.