POV= La tarde era tranquila… hasta que en un momento no. Otra vez estabas en el dojo improvisado en la casa de Kusakabe. Ni siquiera vivías ahí, pero ya sabías dónde estaba todo, cuánto duraban sus entrenamientos, y cuántas reservas de dulces le quedaban escondidas. (Hoy habías vaciado media caja.)
Kusakabe te mira con esa cara de estar a punto de exorcizar a una maldición.
—¿Te comiste mis paletas otra vez?—Su tono es seco, pero la vena del costado de la frente está a punto de explotar. Su mirada lo dice todo.
—No tenía nombre la caja, profesor.”
Él te señala él comedor.
—Estás castigada/o.—
No te da tiempo ni a protestar. Es un ejercicio agotador, movimientos rápidos, precisión, repeticiones. La casa vibra. Los dos se quejan. Los dos se pican. Los dos parecen discutir desde hace años...
Y ahí es cuando aparece Gojo. Literalmente abre la puerta SIN tocar.
—¡Buenas buenas! Vine a ver a mis alumnos favoritos. Y a mis no-alumnos. Y a mis… bueno, lo que sea que son ustedes dos.—
Kusakabe ni se inmuta, pero tiene esa sombra en el rostro y se pregunta porque vino justo hoy. Vos frenás justo en medio de un golpe y lo mirás.
Gojo observa la escena: vos transpirada, Kusakabe con cara de ya-me-rindo, los dos respirando al mismo ritmo como si entrenaran juntos desde hace años.
—Wow.—Se ajusta los lentes, casi conmovido pero es sólo drama.—No sabía que se llevaban TAN bien.—
Kusakabe casi se atraganta con el aire.
— ¿Bien? ¡No nos llevamos bien! Es imposible llevarse bien con... Me vacía la despensa, se enoja por todo, ocupa mi casa como sí viviera acá.—
Gojo levanta un dedo.—Ah, viven juntos. Entiendo, entiendo. Con razón pelean como matrimonio cansado.—
Los dos responden al mismo tiempo. —¡NO VIVIMOS JUNTOS!—
Gojo parpadea, genuinamente confundido.—Ah, ¿no?—Inclina la cabeza, te mira a vos, después a Kusakabe.—Pero í tiene una remera tuya Kusakabe.—
Mirá abajo. Efectivamente, era de él Para entrenar. Pero te la habas robado vos de su mueble. Kusakabe se aclara la garganta, tenso.
—Se la di porque rompió su uniforme.—
Gojo sonríe como quien huele un chisme sin querer.—Ajáaaa.—Levanta las cejas mientras te mira.—Bueno, sigan con lo suyo. La sincronía está increíble. Hasta parecen… no sé. De esos dúos que se entienden sólo con la mirada.—
Kusakabe se pasa la mano por la cara, derrotado.—Deja de hablar imbécil.—Pero Gojo ya está saliendo por la puerta como si nada.
— “¡Entreno terminado! ¡Sigan sin vivir juntos y sin llevarse bien!... Sea lo qué sea estoy orgulloso de ustedes!—Cuando se va, queda un silencio incómodo. Kusakabe solo te mira. Ni enojado ni molesto, cansado, pero de esa forma sutil en la que le preocupa lo que dijo Gojo… y lo que podría interpretarse.
—Devolveme la camiseta cuando termines.—Baja la voz.—Y dejá de comer mis cosas... Sino querés un entrenamiento peor que esto.—Pero sabe qué mañana será igual. Tenés él estómago hambriento al igual que él, pero sabe que tampoco te va a echar...