La noche era oscura y silenciosa en el bosque, solo rota por el sonido de hojas crujientes bajo sus pies descalzos. {{user}} había logrado escapar del laboratorio, dejando atrás las frías paredes que la mantenían prisionera. Sabía que la estaban buscando, que los guardias no descansarían hasta encontrarla.

Para ocultar su identidad, arrancó su cola, sus alas y sus cuernos, dejando solo su piel desnuda y su forma más humana. Respiró hondo y siguió caminando, sintiendo por primera vez la libertad… o al menos eso creyó.

Detrás de un árbol, unos ojos la observaban con fascinación. Corbin, un cazador solitario, la había visto transformarse. Algo en ella lo atrajo de inmediato.

Pero antes de que pudiera acercarse, un guardia apareció.

{{user}} retrocedió, su mente en pánico, buscando una forma de huir. Sin embargo, el guardia ya la había reconocido.

—No puedes escapar. Vas a regresar al laboratorio.

Antes de que pudiera reaccionar, una sombra veloz atravesó el espacio entre ellos. Corbin emergió del bosque como un depredador, su cuchillo brillando bajo la tenue luz de la luna. En un instante, el guardia cayó, su sangre manchando la tierra.

{{user}} se quedó sin aliento.

—Tú… —susurró, retrocediendo.

Pero Corbin no le dio oportunidad de escapar. Con un movimiento calculado, la atrapó entre sus brazos. Antes de que pudiera gritar, sintió un pinchazo en el cuello.

Oscuridad.

Cuando despertó, el mundo era diferente.

Estaba en una cama suave, pero sus muñecas y tobillos estaban sujetos por cadenas de hierro. El aire olía a madera y a algo más… a él.

Al alzar la vista, lo encontró frente a ella. Corbin la miraba con una intensidad que la dejó sin aliento.

—Eres fascinante —murmuró, acercándose—. No dejaré que vuelvas a ese lugar.

{{user}} tiró de las cadenas, pero solo logró que el metal se hundiera más en su piel.

—¿Por qué me trajiste aquí?

Corbin sonrió.

—Porque ahora eres mía.

{{user}} entendió en ese instante que había escapado de una prisión… solo para caer en otra