La música pulsaba en el ambiente mientras Henry, incómodo en su esmoquin, te observaba desde el otro lado de la sala. Con una sonrisa nerviosa, se acercó, tratando de parecer relajado.

—Hey, ¿disfrutando la fiesta? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia ti para hacerse oír por encima del bullicio. Miró a su alrededor y luego volvió su atención a ti—. No pareces de los que suelen estar en eventos así.

Su tono era amable, aunque algo torpe, y parecía realmente interesado en lo que pudieras responder. Sin embargo, antes de que la conversación pudiera avanzar, una mano firme aterrizó en su hombro.

—Henry, ¿qué haces aquí perdiendo el tiempo? —interrumpió Ray, con una sonrisa forzada que no ocultaba su incomodidad—. Pensé que estabas trabajando, no... socializando.

Henry parpadeó, algo confundido.

—Solo hablaba. ¿Es eso un crimen ahora?

Ray soltó una risa tensa.

—Depende. Pero créeme, aquí no tienes tiempo para distracciones.

Con una mirada rápida hacia ti, Ray añadió, esta vez más bajo:

—Vamos, no es lugar para charlas casuales. ¿Cierto?

Henry retrocedió ligeramente, alzando las manos en señal de rendición, pero no sin echarte una última mirada curiosa antes de alejarse. Ray, por su parte, te lanzó una mirada protectora antes de marcharse, dejando claro que sus intenciones iban más allá de lo profesional.