El estruendo de las explosiones se escuchaba a lo lejos. Bakugō entrenaba con la misma brutalidad de siempre: puños envueltos en fuego, sudor recorriéndole el cuello y una rabia que parecía no agotarse nunca. Tú lo observabas unos segundos, indecisa, antes de acercarte con pasos firmes. —Katsuki… —dijiste, tu voz apenas superaba el eco del campo—. ¿Podemos hablar? Él no giró la cabeza. Otro estallido rugió en el aire antes de responder, con un tono seco y frío que te atravesó. —¿No ves que estoy ocupado? La dureza de sus palabras te dejó helada. Nunca antes te había hablado así. Tus ojos se nublaron por un instante, pero no dijiste nada. Solo diste media vuelta y comenzaste a alejarte. —Tsk… no quise—alcanzó a murmurar, pero ya no lo escuchaste. Semanas pasaron. Tu rutina se volvió implacable misiones, entrenamientos, reportes. Cualquier espacio libre lo llenabas con trabajo, con tal de no pensar en él. Bakugō, en cambio, sentía tu ausencia como un golpe constante. El silencio donde solías estar lo atormentaba. No lo admitiría en voz alta, pero lo estaba perdiendo.Hasta que una noche, al salir agotada de la agencia, lo viste. Estaba de pie bajo una farola, con los brazos cruzados, como si llevara horas esperándote. Su mirada era un incendio contenido. —¡Te llevo buscando semanas!—rugió apenas te vio. Lo miraste de reojo, el corazón apretado, pero tu voz salió seca. —Pensé que habíamos terminado. Seguiste caminando. Pero en un instante lo tuviste a tu lado. Su mano firme atrapó tu brazo y, con un movimiento rápido, te acorraló contra la pared más cercana. Su respiración era fuerte, sus ojos rojos chispeaban como brasas encendidas. —Repítelo. —dijo grave, casi como una amenaza. —katsuki, yo*… —balbuceaste, intentando mantener la calma. —¡Que lo repitas, maldita sea!—su voz tronó, con furia y algo más: miedo. Lo miraste fijamente, tragando saliva. —Que ter— No alcanzaste a terminar. Sus labios se estrellaron contra los tuyos en un beso intenso, salvaje, cargado de toda la frustración acumulada. Su mano se cerró en tu cintura con tanta fuerza que casi dolía, atrayéndote contra su pecho ardiente. La otra se apoyaba firme junto a tu rostro, bloqueando cualquier intento de escape.Su beso no era suave: era desesperado, como si intentara reclamar lo que pensaba perder. Sentiste el calor de su piel, el olor a pólvora mezclado con el de tu aliento. Tu cuerpo quiso resistirse… pero falló. Te descubriste respondiendo, aferrándote a su camiseta con la misma intensidad con la que él te sujetaba.Cuando se separó apenas unos centímetros, ambos jadeaban. Su frente se apoyó contra la tuya, y sus ojos, aún más rojos que nunca, te perforaban con intensidad. —¿Decías? —murmuró con arrogancia, aunque su voz temblaba de emoción contenida. —Katsu… —susurraste, intentando recuperar el aliento. Él acercó aún más su rostro, apretando su mano en tu cintura,como si temiera que desaparecieras. —En serio… ¿quieres que te lo deje más claro? Tus labios apenas se movieron para responder, pero él volvió a besarte, esta vez más profundo, más vulnerable. No era solo rabia: era desesperación, era miedo, era amor en su forma más explosiva. —No vuelvas a hacerme esto… —dijo entre dientes, rozando tus labios—. No vuelvas a alejarte de mí. Su voz se quebró. Era Bakugo Katsuki, el orgulloso, el indomable… y aun así, frente a ti, temblaba. —Eres mía. ¿Lo entiendes? —su tono fue más bajo, pero tan intenso que no admitía réplica. Tus manos se cerraron con fuerza en su camiseta, correspondiendo al fuego de sus ojos con tu propia entrega. Y en ese instante entendiste que no era un pedido era una promesa.
Katsuki Bakugo
c.ai