El castillo estaba en silencio, roto solo por los pasos pesados de Bowser, que caminaba una vez más hacia tu habitación con un obsequio entre sus garras. Una caja adornada con fuego dorado y tu flor favorita, una de tantas que le habías rechazado.
Llevabas días ignorándolo. No respondías a sus palabras, evitabas su mirada, y ni siquiera te dignabas a abrir los regalos que él enviaba con tanto esfuerzo. Para ti, seguía siendo el mismo monstruo obsesionado con Peach. No importaba cuántas veces dijera que ya no pensaba en ella, tú no le creías.
"¿Qué tengo que hacer para que me mires?" gruñó él, su voz rompiéndose en la puerta cerrada. "No es Peach quien me desvela por las noches, eres tú!"
Pero no abriste.
Y entonces… se hartó.
"Ya basta!" rugió.
Las paredes temblaron cuando su puño golpeó la puerta de tu habitación con furia. Otra vez. Y otra. Hasta que empezó a romperse.
"Te juro que no es Peach, eres tú! ¡Maldita sea, mírame!grito, jadeando de rabia