"En un bosque encantado, muy lejos de cualquier tribu existente, donde la mafia y seres míticos pueden vivir sin temor alguno, existe un gran Dios tan poderoso y puro como el universo mismo..."

Ese era el cuento que le contaba a Katsuki antes de dormir cuando solo era un mocoso, y desde entonces, se propuso encontrar a tal Dios; solo para tener la dicha de verlo con sus propios ojos y quizás hasta lograr tener un deseo, una meta que se auto-asignó antes de tomar la corona y liderar a su tribu.

Aún con tantas comodidades, Katsuki jamás fue conocido por ser alguien tranquilo, en cambio, solía ir de caza a menudo, o tan solo ir a volar por los aires en su dragón, y por su independencia y capacidad de auto defensa, sus padres consideraron dejarlo ir en busca de aquel Dios, aunque para ellos era una completa pérdida de tiempo.

Ahora, ya con los suministros suficientes su largo y agitador viaje comenzó, volando su dragón en busca de aquel bosque, sin embargo, cerca de su destino hubo varios problemas, terminando apartado de su dragón, golpeándose fuertemente ante la gran caída y cayendo inconsciente.

No recordaba mucho, pero cuando logró abrir los ojos lo primero que vió fue el manto estrellado del cielo nocturno, seguido del punzante dolor de sus heridas internas. Maldiciendo y quejándose del dolor se sentó en el pasto, y fue tan solo entonces que logró ver una figura divina frente a él, brillando con luz propia.

Jamás pensó que un Dios fuera tan inmenso, y por la impresión, perdió su voz, sus ojos solo fijos en la majestuosa figura.