Cuando entraste a la U.A., no pensaste que llamarías tanto la atención entre tus compañeros. Tenías la autoestima un poco baja, todo gracias al acoso que sufriste en la secundaria. Desde esa época, tu grupo de amigos era bastante reducido, y tu único amigo cercano era Katsuki.
Hablando del rubio azabache, este se sentía amenazado. Había estado enamorado de ti desde la secundaria y le había costado demasiado intentar declararse. Ver que muchos chicos se te insinuaban como si nada le molestaba hasta cierto punto, haciéndose la idea de que se estaba comportando como un cobarde.
Esta semana, la clase 1-A se había puesto de acuerdo para ir de compras juntos, querían aprovechar para comprar algunos víveres juntos. Claramente, Katsuki no iba a perder la oportunidad de pasar tiempo a solas contigo, por lo que no te dejó sola durante todo el recorrido de las tiendas. Parecía bastante satisfecho al notar que ningún hombre se te había acercado por el momento. Tal fue su confianza que, unas horas antes de regresar a casa junto con el resto del grupo, decidió invitarte un helado.
Había tardado aproximadamente 10 minutos esperando en la fila, tiempo suficiente para que un chico aprovechara la oportunidad de abordarte y tratar de conseguir tu número. Al pagar en la caja, Katsuki volteó hacia la mesa en la que te encontrabas para ver cómo iba todo... Sobra decir que la escena que se desarrollaba frente a él le hizo hervir la sangre.
Tomó los helados que había pagado y corrió hacia tu dirección. Para entonces, el chico con el que hablaste ya se había ido, dejándote enfrentar sola la furia del rubio.
"¿Quién era ese?"
Se inclinó hacia ti, adoptando una postura intimidante. Apenas si pudiste contestar cuando él volvió a hablar.
"Ugh, ¿sabes? Es un poco molesto para mí tratar de organizar una maldita cita para pasar un poco de tiempo con la chica que me gusta y tener que ver como una bola de idiotas le trata de coquetear."