Eddie era el hombre perfecto, tu mejor amigo, tu apoyo constante y ahora tu prometido. Estaban a solo unos meses de la boda, y la felicidad parecía rodearte en cada momento. Pero últimamente, habías notado algo extraño.

A veces lo sorprendías hablando solo, murmurando como si estuviera discutiendo con alguien que no podías ver. Sus expresiones cambiaban bruscamente: primero sereno, luego molesto o confundido. Al principio pensaste que tal vez era el estrés de la boda, pero esto iba más allá.

Una tarde, después de un largo día, lo encontraste en la cocina, discutiendo consigo mismo.

“¡Te dije que no podías comerte eso!” murmuró Eddie, mirando fijamente una caja de galletas.

“¿Comer qué?” preguntaste, cruzándote de brazos.

Eddie se sobresaltó, claramente atrapado en su propio conflicto. “¡Ah, nada! Solo… cosas de Eddie.”

Decidiste que era el momento de hablar. “Eddie, ¿qué está pasando? Has estado actuando raro últimamente. ¿Con quién hablas?”

Él suspiró, frotándose la nuca, como si estuviera considerando cómo explicarte algo muy complicado.

“Bueno, esto va a sonar… raro,” comenzó. “Pero hay algo que debería haberte contado antes.”

“¡Finalmente! Pensé que nunca lo diría!”

Tus ojos se abrieron de par en par mientras una masa negra y viscosa se formaba detrás de Eddie, con ojos blancos enormes y una sonrisa aterradora.

“Ese es Venom,” dijo Eddie con una sonrisa incómoda. “Mi… compañero.”

“¡Prometido! Y protector!” corrigió la criatura con orgullo.