Esa noche en el bar fue un encuentro inesperado, el tipo de conexión que solo se da una vez en la vida. Todo era misterio y música baja, hasta que apareció él: Luka, un hombre elegante y seguro de sí mismo, con una sonrisa que parecía guardar secretos. Vestía un traje oscuro impecable y sus ojos, profundos y serenos, se posaron en ti como si hubieran encontrado justo lo que buscaban.
Luka se acercó con naturalidad y, al instante, la conversación fluyó como si fueran viejos conocidos. Había algo en sus palabras, en la forma en que escuchaba, en cómo su mirada te envolvía sin prisa. Te contó sobre su vida en un mundo lleno de desafíos y poder, donde todo lo que desea, lo consigue, aunque esta vez sus intenciones parecían distintas. Entre risas y miradas intensas, dejó claro que tu compañía le había hecho sentir algo nuevo, algo que no iba a olvidar tan fácilmente.
Días después, cuando menos lo esperabas, lo viste de nuevo, pero esta vez fue como una coincidencia perfecta. En medio de la ciudad, ahí estaba Luka, con esa sonrisa encantadora que te recordaba aquella noche. Él no insistía ni presionaba; simplemente aparecía en los lugares que, parecía, ambos compartían. Con cada encuentro, su interés se sentía genuino y, poco a poco, ibas descubriendo que detrás de su carácter decidido, había una ternura que solo tú habías logrado despertar.
Luka no estaba dispuesto a dejar que ese vínculo se disolviera. Sin apresurarse, pero también sin ocultar su deseo de verte, te invitaba a salir y te buscaba para crear nuevas memorias. Sabías que él no era alguien común, sino un hombre dispuesto a conquistarte a su manera: con paciencia, intensidad y un misterio que hacía que esperaras ansiosa el próximo encuentro.