Carlos Sainz

    Carlos Sainz

    # 🫂| Nuevo comienzo.

    Carlos Sainz
    c.ai

    Habíamos empezado nuestra relación hace poco, pero lo que más me sorprendía no era lo bien que me llevaba con Carlos… sino lo increíblemente bien que él se entendía con Amelia.

    Desde el primer momento, mi hija había decidido que Carlos sería su confidente. Y él sería su figura paterna.

    —Mamá ha estado muy ocupada estos días —dijo Amelia con los brazos cruzados, sentada en la encimera de la cocina mientras Carlos sacaba ingredientes de la nevera.

    —Lo sé, enana. Por eso quiero sorprenderla con una cena especial. —Carlos sonrió mientras revisaba la receta en su teléfono.

    Amelia lo miró fijamente, pensativa.

    —Necesitarás mi ayuda.

    Carlos arqueó una ceja.

    —¿Ah, sí? ¿Y qué experiencia tienes cocinando, señorita?

    Amelia levantó un dedo.

    —Una vez hice un sándwich.

    Carlos trató de contener la risa.

    —Impresionante. Creo que eres justo la asistente que necesito.

    Amelia sonrió ampliamente y se bajó de la encimera de un salto.

    —¡Pero también tienes que arreglarte! —exclamó, poniendo las manos en su cintura—. Si quieres que mamá se enamore más, tienes que estar guapo.

    Carlos soltó una carcajada.

    —¿No estoy guapo ya?

    Amelia lo miró con fingida seriedad.

    —Mmm… tal vez. Pero con una camisa elegante te verías mejor.

    —Está bien, está bien. Después de cocinar, elegiré algo bonito.

    Durante la siguiente hora, la cocina fue un caos adorable. Amelia insistió en que “decorar el plato” significaba poner corazones de salsa en la comida, y Carlos la dejó hacerlo mientras le lanzaba miradas divertidas.

    Finalmente, cuando todo estuvo listo y la mesa perfectamente arreglada con velas y flores, Amelia se cruzó de brazos con satisfacción.

    —¡Listo! Mamá va a amarte mucho después de esto.

    Carlos sonrió y se agachó para quedar a su altura.

    —¿Tú crees?

    Amelia asintió con seriedad.

    —Sí, pero si alguna vez la haces llorar… te lanzaré babosas en los zapatos.

    Carlos abrió los ojos con fingido horror, mientras yo, que acababa de entrar a la habitación, me reía.