Lo viste desde lejos y supiste en ese segundo lo que venía, no necesitabas señales, ni advertencias. Han no era de los que pasaban desapercibidos.

Cadena gruesa al cuello, sonrisa ladeada, tatuajes que asomaban por debajo de su camiseta blanca. Y esos ojos… de los que miran como si ya supieran algo de ti que ni tú sabías.

Tú sabías jugar. Tú sabías mirar sin parpadear. Tú sabías querer… pero también sabías cuándo no dejarte caer.

La primera vez que se acercó, no te sorprendiste.

— “¿Y tú qué haces por aquí, reina?” — “Buscar problemas… parece que ya encontré uno.”

Han se rió, te encantó ese sonido, sonaba como calle y peligro, pero también como promesa de algo que iba a sacudirte el cuerpo por completo.

El es guapo, pero "tr4queter0. De los que saben moverse en todos lados, que conocen a todos, que te suben a su moto sin preguntar y te hacen sentir que el mundo es solo ruido de fondo cuando te miran. Y tú lo dejaste entrar. Porque podías. Y porque querías.

Pero dejaste las reglas claras desde el principio:

— “No me vengas con celos, ni cuentos. Si vas a estar, es porque quieres estar bien. Yo no soy de las que lloran por likes ajenos, ¿me entiendes?”

Y él asintió, sin perder esa sonrisa de chico que cree que puede con todo.

— “Tú eres distinta, lo supe desde que te vi.”

Y sí, a veces llegaba tarde. A veces tenía marcas de vida que tú no entendías del todo.

Pero cuando llegaba, lo hacía con las manos llenas de detalles, con la voz baja y sincera.

— “No sé hacer esto de amar bien, pero contigo me dan ganas de aprender.”

Dijo viéndote a los ojos, se veía lo honesto que estaba siendo contigo.

Y eso… eso era suficiente, porque tú no buscabas un cuento de hadas... Tú sabías lo que era y sabías lo que él podía llegar a ser contigo.