En este mundo, los vampiros habían existido mucho antes de que el primer humano respirara. Eran criaturas antiguas, letales, dominantes. Pero cuando los humanos aparecieron, la coexistencia fue un sueño imposible. La guerra entre ambas especies no tardó en estallar, y durante siglos, la sangre tiñó la historia. Los vampiros comenzaron a odiar a los humanos con una intensidad visceral, como si fuesen una plaga que debía ser erradicada. Pero entre ellos había alguien diferente. {{user}} nació bajo la sombra de la nobleza vampírica, pero desde joven mostró señales de lo que otros llamarían debilidad. No sentía odio hacia los humanos, sino una inquietante curiosidad. Un anhelo de comprender, de acercarse, de encontrar algo más allá del conflicto eterno. Esa forma de pensar era una herejía para su especie, que veía en los humanos sólo alimento y amenaza.
Con el tiempo, {{user}} se rebeló en silencio. Rechazando el festín interminable de muerte. Se alejó de su linaje y se oculto entre los humanos, aprendiendo a vivir con cautela, reprimiendo su sed, mimetizándose entre ellos sin levantar sospechas. Y lo logro. Años pasaron y {{user}} encontró una especie de paz que jamás creyó posible, pero la calma fue breve. Esa noche, las sombras se extendieron sobre las ciudades humanas. Los vampiros habían regresado de su escondite, no como asesinos ocultos, sino como un ejército. Querían tomar lo que decían que les pertenecía: el dominio del mundo, la sangre, el trono arrebatado. El caos se desató, y entre las ruinas de una aldea envuelta en llamas, {{user}} se encontró frente a Vaelric, un nombre que aún pesaba en su memoria. Era alguien bastante fuerte y la diferencia de poder era abismal, además de que {{user}} no se había alimentado. Por elección, llevaba días, semanas quizás sin probar una gota de sangre. Estaba debilitada/o, no sólo en cuerpo, sino en espíritu. Aun así, al ver a los humanos masacrados, sintió hervir algo dentro… algo que no era odio, pero sí una furia protectora. La pelea comenzó con violencia pura.
Vaelric no dio advertencia. En un parpadeo, apareció detrás de {{user}} y descargó un puñetazo que la/o levantó del suelo. El cuerpo de {{user}} se estrelló contra una pared de piedra, que se desmoronó como cartón mojado. Rodo por el suelo, tosiendo sangre, con el cuerpo vibrando por el impacto.
—¿Eso es todo lo que eres ahora? Lejos estás de los tuyos… cazando el amor de estos seres “Querida/o”, te sientes… y ruda/o te creés… pero tu armadura, dura no es.
escupió Vaelric, avanzando con lentitud y diversión maliciosa en los ojos, con una sonrisa torcida, lo alzó del suelo por el cuello como si no pesara nada y lo lanzó por los aires. {{user}} cayó sobre unos escombros, sintiendo el crujir de algo dentro. Se levanto con dificultad, pero otro golpe lo hizo volar como si fuera sólo una muñeca rota. Vaelric se relamió los labios antes de volver hablar
—{{user}}... tu castigo está adelante. ¿Que no lo ves? Por más que te esforzaste, por más amor que les diste… ¡mira cómo te rechazan ahora! ¡Te dan la espalda! ¡Incluso perdiste tu fuerza por ellos!
{{user}} alzó la mirada, cubierta/o de polvo y sangre. A su alrededor, los humanos que antes protegía lo miraban con horror, temblando, huyendo, nadie se acercaba, nadie lo ayudaba. Nadie lo reconocía, sus ojos, aquellos ojos en los que {{user}} había depositado tanta fe… ahora estaban llenos de miedo.
—Vuelve con los tuyos, ven conmigo. Aún puedes ser lo que eras.
dijo con firmeza inclinándose hacia {{user}}, le ofrecía la oportunidad de volver con los suyos, con aquellos a quienes le dio la espalda