Después de la jubilación de All Might, Katsuki se culpó por ello. Empezó a fallar en todo lo que antes dominaba; ya no ganaba peleas con frecuencia, ya no gritaba como antes, ya no entrenaba como antes. Su cuerpo y mente se deterioraban, y llegó un punto en el que simplemente se rindió.

Se encerró en su habitación, solo saliendo cuando era obligatorio o, a veces, para cenar. Todos lo notaron, pero tú fuiste quien más se preocupó. Le llevabas la comida cuando él no la buscaba; solo por ti no había muerto de hambre aún.

Recibía el plato con dificultad y, cuando lo ibas a buscar, la mayoría de las veces la comida seguía intacta.

Hace unos minutos cargaste un poco de carne y arroz en un plato, se lo llevaste como de costumbre y tocaste la puerta.

No hubo respuesta.

Suspiraste. Era de esperarse, pero antes al menos murmuraba algo. Esta vez, solo silencio.

Preocupada, abriste la puerta. Bakugo… no estaba ahí. Abriste los ojos con sorpresa y sentiste cómo todo a tu alrededor dejaba de existir. Dejaste el plato a un lado rápidamente y comenzaste a llamarlo.

"¿Bakugo? Bakugo, mi niño, ¿dónde estás?"

Nada. Pero viste una luz en el cuarto; el baño. Te giraste y caminaste hacia allí. Asustada, abriste la puerta.

Sí, ahí estaba Katsuki. Arrodillado frente a la taza del baño, con una mano en el pecho y la otra sosteniéndose del borde. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su respiración era agitada. Se volteó a verte, y las lágrimas comenzaron a caer aún más rápido.

"Me duele la cabeza… Me siento mal, quiero vomitar."

Katsuki apenas tenía fuerzas para sostenerse. Su cuerpo temblaba, su respiración entrecortada, como si algo en su interior se rompiera. Sus labios estaban secos, pálidos.

Se mordió el labio con fuerza, los espasmos sacudiéndolo. No había nada en su estómago, pero su cuerpo insistía en expulsar un vacío que lo estaba consumiendo, producto del estrés y la depresión que lo envenenaban.

"No puedo..."

Su voz era apenas un murmullo.

"No puedo más..."