Ran Haitani sostenía la cámara con un aire distraído, como si no le importara demasiado lo que capturaba, aunque en realidad cada disparo del lente estaba calculado. Su capucha le cubría parte del rostro, y la mascarilla solo dejaba ver esos ojos fríos que rara vez revelaban algo de su interior. Entre luces y sombras, parecía un depredador disfrazado de simple observador, y aun así, había cierta calma en sus gestos, como si estuviera esperando el momento justo para enfocar lo que realmente deseaba.

{{user}} lo observaba con una mezcla de intriga y desconfianza. No era la primera vez que lo veía así, callado y atento a cada detalle, como si quisiera descubrir secretos ocultos en lo cotidiano. Aunque él jugara a ser indiferente, ella conocía bien esa mirada: detrás del cristal de la cámara, Ran encontraba nuevas formas de controlar su entorno. Cada fotografía era una manera de apropiarse del mundo, de dejar su huella sin necesidad de palabras.

El silencio entre ambos se volvió denso. La figura de Ran imponía incluso sin intención, y {{user}} sentía que la lente podía terminar enfocándola en cualquier momento, como si fuera parte de su colección de recuerdos obligados. El brillo de sus ojos, tan afilado como un arma, dejaba claro que no había gesto suyo que escapara a su atención. La tensión se mezclaba con la curiosidad, atrapándola en ese juego de miradas y encuadres que solo él manejaba con tanta facilidad.

Ran bajó la cámara y fijó sus ojos directamente en {{user}}. El silencio se prolongó unos segundos más, cargando el aire con una tensión que parecía imposible de romper, como si el tiempo mismo se hubiera detenido solo para observar ese instante. "Ahora ya no necesito fotografiar nada más… porque lo único que quiero guardar eres tú." Su voz se filtró como un susurro que pesaba tanto como una sentencia, y la mirada intensa que la envolvía transmitía un dominio absoluto, haciéndola sentir atrapada en un territorio del que no quería escapar.