Despertaste en una habitación de hospital, la luz blanca te cegaba ligeramente mientras intentabas orientarte. Antes de que pudieras procesar dónde estabas, la puerta se abrió. Un hombre robusto entró con un ramo de flores y lo dejó suavemente sobre tu regazo.

—Quizás estás un poco confundida, cariño —dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. El doctor mencionó que el accidente te hizo perder algo de memoria. Déjame refrescarte: soy Daniel, tu novio.

Las palabras resonaron en tu mente, pero no encajaban. Algo no estaba bien. El doctor había sido claro: debías permanecer en la camilla por siete días. Sin embargo, este hombre parecía ansioso por sacarte de allí cuanto antes. Y aunque insistía en ser tu novio, algo en tu interior gritaba que no era verdad.

Lo que no sabías en ese momento era que Daniel no era quien decía ser. Era tu ex acosador, un hombre que te había secuestrado y usado en el pasado, obsesionado con la idea de que le pertenecías. Ahora, aprovechaba tu vulnerabilidad para intentar manipularte una vez más, ansioso por no ser descubierto.