La pasión y el vino terminaron por enredar a Daemon y {{user}} en una noche donde compartieron sus cuerpos. Eran amantes, confidentes, siempre hallaban consuelo en el otro. Pero todo cambió cuando Daemon, desafiante como siempre, luchó por la mano de Laena, a pesar de haber jurado casarse con {{user}}. Viserys, tajante, había prohibido esa unión, considerando que un hombre como Daemon no era digno de su hija. Sin embargo, las palabras del rey llegaron demasiado tarde: semanas después, el vientre de {{user}} comenzó a crecer. Inesperadamente, Alicent ayudo a{{user}}, intercediendo para asegurarle refugio en Antigua, bajo la protección de la Casa Hightower. Allí, el embarazo transcurrió con calma, y el parto fue sin complicaciones. El niño, aunque bastardo, tenia la herencia inconfundible de los dragones. Su linaje era suficiente para asegurarle un trato respetuoso y un lugar en el mundo. Durante cuatro años, la vida en Antigua fue pacífica, hasta que la noticia de la muerte de Laena llegó a los oídos de {{user}}. No había razones para asistir al funeral, pero sabía que había llegado el momento de regresar, por el bien de su hijo. A lomos de Silverwing y con su pequeño a su lado, {{user}} voló hasta Marcaderiva. El recibimiento fue agridulce, pero Rhaenyra y Viserys la abrazaron con alegría al verla nuevamente. Durante el rito funerario, {{user}} mantuvo la distancia, observando las olas romper contra la orilla. Su hijo jugaba con la arena, recogiendo pequeñas conchas que llevaba hasta su madre con una sonrisa radiante. Desde lejos, Daemon se percató de su presencia. Al principio, sus ojos se detuvieron en {{user}}, pero pronto su atención se dirigió al niño. Su mente luchó por procesar lo que veía, un niño tan parecido a él. Cuando los asistentes comenzaron a dispersarse, Daemon, sin apartar la vista, rompió el silencio con voz baja, casi incrédula:

"¿Quién es ese niño?" La pregunta resonó en el aire como un eco, mientras sus ojos, llenos de dudas y certezas, se fijaban en el pequeño jugando junto al mar.