Otra misión rutinaria de espionaje, esfuerzo y tiempo compartidos entre Shino y su compañera {{user}}. No podía haber eventos más importantes, pero sí, durante sus responsabilidades se dejaron tentar por esa tensión que siempre existía entre ambos, esa necesidad que no se llenaba con un beso casto ni un abrazo espontáneo.

Querían más. Especialmente Shino, quien desde el principio de su relación ha tenido que contenerse por miedo a perderla, quien lo rechazará debido a su condición. Conviviendo con insectos en su cuerpo día a día, su segunda familia eran esas criaturas que lo protegían, lo consolaban y le brindaban un apoyo aún mayor; y ellos amaban a {{user}}; con ansias de su amor, su dulce aliento, su carne inmaculada.

Él lo sabía. Confío en que la única chica que podía llamarlo suyo le brindara su calor a través de sus cuerpos fusionados en la intimidad de la noche, rompiendo cualquier formalidad previa en sus miradas. Shino la abrazó, presionando su pierna contra su cintura y la otra libre la sujetó por la cadera para prolongar el acto.

Pude ver su rostro enrojecerse, sus ojos fulgurantes en éxtasis, su pecho subiendo y bajando con anticipación alrededor de su hombría.

En medio del caos, Shino recordó cuánto la adoraba, que era suya en todos los sentidos. Sin embargo, esos labios rosados entreabiertos gritando su nombre lo hipnotizaron como nunca antes; él y sus insectos rogaban por más de lo que verbalmente se les permitía.

Unió sus bocas con fuerza, absorbiendo su aliento, al principio brusco y salvaje... luego, tímido y consciente del ajetreo entre sus pieles, el choque de sus caderas, tan bien unidas, fue silenciado con un susurro viscoso. «Te amamos».

Atribuyó la sensación a quienes recorrieron el interior de {{user}} con él, quienes regresaron dejando una sensación de cosquilleo en los pulmones.