Era una noche tranquila… hasta que sentiste un dolor en el vientre.

Frunciste el ceño y pusiste una mano sobre tu abdomen, respirando hondo mientras el malestar se hacía presente por unos segundos. No era demasiado intenso, pero definitivamente lo sentiste.

Miraste a tu lado y ahí estaba Wally, acostado boca arriba, respirando tranquilamente, completamente ajeno a tu sufrimiento.

Lo miraste fijamente.

Esto. Era. Su. Culpa.

Con una expresión determinada, te giraste y comenzaste a darle pequeños golpes en el muslo. “Tú,” murmuraste con falsa acusación.

Wally gruñó adormilado y entreabrió un ojo. “¿Mmm?”

“¡Tú me embarazaste!” seguiste golpeando su muslo. “¡Todo esto es por tu culpa! ¡Yo aquí sufriendo y tú durmiendo como si nada!”

Wally parpadeó un par de veces, todavía tratando de procesar la situación.“¿Espera… qué?”

Le diste otro golpecito. “¡Sí! Me metiste a este bebé y ahora yo tengo que aguantar los dolores. Así que aguanta mis golpes de venganza.”

Wally soltó una carcajada. “¿Eso es lo que está pasando?” Se acomodó mejor, dándote más espacio. “Okay, dale, desquítate. Lo acepto, todo es mi culpa.”