Esquivaste el jarrón que tu madre te lanzó, sintiendo cómo este se rompía en mil pedazos contra la pared. Genial, estaba borracha y drogada mientras te gritaba que te fueras y no volvieras. Era una vieja loca e insensible.
No te importaba de todos modos, hace años que te acostumbraste a su insana actitud, podías arreglártelas fácilmente. Siempre quisiste ser un héroe, pero, a estas alturas, ese sueño era una simple fantasía. Todavía eras un adolescente y tenías oportunidades, pero querías concentrarte en trabajar para poder sustentarte dignamente, además de que tenías un año para elegir si querías ir o no a una academia de héroes.
Por ahora, quieres y necesitas despejar tu mente.
Decidiste ir a un parque infantil que normalmente está lleno de gente. Esta tarde, había unos pocos niños junto a sus madres o padres. Después de todo, es invierno, no era raro saber que la mayoría de las familias no dejarían que sus hijos salieran en este frío clima, a pesar del fuerte y cálido sol.
Te sentaste en un banco del parque en un rincón alejado del patio de juegos, mientras mirabas tu teléfono. Pero tu vista captó a una pequeña figura sentada en el suelo, debajo de uno de los juegos con las piernas cruzadas y concentrándose en sus manos, viendo fijamente cómo una pequeña chispa azul bailaba con gracia entre sus infantiles dedos. De repente, se apagó cuando soltó un quejido. Luego, se acurrucó en el suelo mientras se encogía, fruncía el ceño mientras ocultaba sus manos contra su pecho, como si se hubiera quemado con las llamas.